““Pienso, luego existo”
William Shakespeare ya lo dijo en su
momento, y nos conmovió a todos con sus palabras. Pero para mí, tienen un
significado totalmente distinto”
Eran las 12 y media de la noche y en
el hospital Reina Sofía terminaba una larga jornada laboral. Andrés, el
encargado de la limpieza, se disponía a comenzar con la recepción, cuando se
encontró con alguien:
-Ola, Santi-
-¿Qué tal, Andrés?-
-Empezando, ¿y tú?-
-Terminando, nos vemos mañana-
Andrés sonrió y deseo que un rayo
cayera sobre aquel pobre muchacho. No lo merecía, pero le hacía sentirse mejor.
Todo un hospital, y tan pocas personas para dejarlo limpio, pensaba. En la
recepción solo quedaba María, la perfecta rubia estudiante de medicina de la
que Andrés estaba enchochado. Pero como cualquiera que trabajara de conserje o
limpiador, sus opciones eran mínimas.
Andrés comenzó a fregar el suelo, huellas
de todas clases lo cubrían, y en pleno verano murciano, la tormenta que les
azotaba era la más fuerte desde hacía años. Un espectáculo digno de recordar,
pero muy desagradable para los pobres que lo recogían después. Andrés,
indignado, soltó la fregona a la media hora:
-¿Ocurre algo, Andrés?-
Este se sorprendió de que María le
preguntase algo, normalmente era muy callada y retraída:
-Nada, nada, es solo… que hoy no es
un buen día, y encima la faena es mayor-
-Entiendo, acompáñame por favor-
Andrés realmente no entendía lo que
estaba ocurriendo, María pidiéndole que le acompañara y hablándole la misma
noche, eso era demasiado para él. Sin pensárselo dos veces acepto y ando detrás
de la recepcionista. La figura de ella se contoneaba hipnóticamente al andar,
cosa que Andrés no pudo disimular en sus pantalones, pero no dejaría de actuar
como un caballero con aquella jovencita. María le llevo hasta la cantina e
introdujo dos monedas en la máquina, de ella salió una bebida rosada y negra:
-Tómatelo, y se te recargaran las
pilas-
-Muchas gracias, pero, ¿Por qué?-
-Trabajas mucho y te quejas poco,
para una vez que lo haces… me sentó mal-
-Gracias…-
-Volvamos al trabajo-
-Si…-
Andrés la siguió. Estaba medio
petrificado. Su corazón latía a mil por hora, se sentía bien, se sentía seguro,
y se sentía enamorado. Enamorado de aquella mujer que nada le debía y con aquel
gesto tanto le había dado. Cuando llegaron a la recepción ella comenzó a
alejarse, en dirección a su puesto. Y el
comenzó a sentirse solo, frio, como si le arrebataron algo muy preciado. Ella
se alejaba y se alejaba, y el no podía hacer nada por evitarlo… ¿o tal vez si?
-¡María!-
La muchacha se alarmo:
-¡Andrés! No me asustes de esta
manera…-
-Lo siento, pero tengo que decírtelo…
yo…-
De repente las puertas se abrieron de
par en par y entraron varios enfermeros llevando varias camillas. Todas ellas
ocupadas:
-¡Rápido, necesita atención
urgente!¡Se nos va!-
-¡¿Qué ha pasado?!-
-Un accidente, en la carretera… solo
ha sobrevivido ella-
“Toda acción tiene una reacción. Eso
es algo universal. Una vez echas las cosas, las palabras, las acciones… no
vuelven, nunca hay una 2º oportunidad, eso solo ocurre en los videojuegos. Pero
nunca nos damos cuenta hasta que es demasiado tarde. Hasta que no perdemos algo
irremplazable, no nos damos cuenta de lo que tenemos, no somos conscientes de
nuestras acciones. Desde el mismo momento que nacemos hasta que morimos,
nuestras acciones marcan nuestro destino. Somos dueños de él, pero solo si
luchamos por ello. Yo, por desgracia, lo entendí demasiado tarde. Cuando fui
consciente de todo lo que era importante, y de lo que no merecía la pena, fue
esa terrible noche. Esa terrible noche que jamás olvidare. La que lo cambio
todo, la que me cambio a mí. ¿Dije que las 2º oportunidades no existen?”
Los enfermeros corrían de aquí para
allá. Dos personas, seguramente los padres de la muchacha entraron asustados y
llorosos al hospital. Casi entre gritos consiguieron aclararse con María hasta
que llegaron a la UVI. Allí se encontraban Andrés y un experto medico llamado
Alberto. El doctor Alberto se acercó a los padres:
-Un fragmento metálico ha destruido
tejido pulmonar y ha dañado varias costillas. Tiene suerte de no haberse
ensartado, pero eso más el tremendo golpe nos están complicando las cosas-
-Por favor- suplico la mujer- Tiene
que salvar a nuestra niña. ¡Por favor!-
Alberto se estremeció, nunca se
terminaría de acostumbrar a la terrible situación de decirle a unos padres que
su pequeña se moría:
-Hacemos todo lo que podemos, señora,
pero sus heridas son muy graves, y nosotros no hacemos milagros, aunque créame
que me gustaría-
EL hombre abrazo a la mujer y la
separo un poco del médico. Con lágrimas cayéndole de los ojos miro fijamente al
médico, furioso, pero a la vez calmado:
-Es nuestra única hija, solo le
pedimos que la salve. TIENE que salvarla-
El doctor suspiro, y el ambiente se
relajó:
-Haremos lo que podamos. Pero solo
tiene un 15% de posibilidades de sobrevivir. Es todo cuando puedo darles-
-¡Gracias!- casi suplicaron aquellas
personas, sabiendo que había esperanza.
El doctor entonces dio media vuelta y
antes de que las puertas se cerraran tras el recordó algo:
-Por cierto… algún líquido corrosivo
le salpico en los ojos, jamás podrá volver a ver-
“Eso ocurre cuando tus actos van por
delante de tus sentimientos. Cuando sabiendo que es lo correcto, lo ignoras y
coges el camino divertido, el fácil, pero el más peligroso y oscuro. Y no te
das cuenta. Aquella noche en la que lo perdí todo, y mi vida cambio. Las 2º
oportunidades no existen, y si existen son quimeras, meros reflejos de la
realidad, y a menudo llenas de oscuros secretos que te impedirán llevar una
vida normal. Eso fue lo que me ocurrió a mí, y esta es mi historia. Y la razón,
como digo siempre, fue ignorar el principio universal de las personas: actuar
sin pensar solo trae problemas.”